"Todo sobre ciencia y cultura"

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lunes, septiembre 25, 2006

los secretos que se ocultan en el olor corporal...


Mientras se estrena “El perfume”, en Granada investigan 400 expertos sobre los aromas que despide el organismo humano tratando de averiguar el funcionamiento del sentido químico más sutil: el del olfato.

Los intentos de llevar el sentido del olfato al cine han sido pocos. La primera vez en los años sesenta, durante la proyección de “Scent of Mistery” (Esencia del misterio), su director, Mike Todd, hizo regar la sala con diversos aromas que salían de tubos plásticos. Ahora, Tom Twyker lo vuelve a intentar con su versión filmada de la novela de Patrick Süsskind. Ambos proyectos parecieran haber fallado al no lograr expresar la sutil presencia de los olores. Los investigadores en Granada, por su parte, persiguen las huellas de uno de los sentidos más inmediatos y escurridizos del ser humano.
El lenguaje más directo

Si existe una percepción que llegue directamente y sin traducción previa por medio del hasta el centro de nuestro cerebro, esa es la del olfato. Y también nuestro cuerpo envía mensajes por medio de ellos, los cuales llegan sin intermediarios y en su real intensidad a nuestros congéneres.

Sin eufemismos ni atenuantes, los olores del cuerpo no mienten, por más jabones y perfumes que usemos. Ellos hablan por nosotros, y en un lenguaje muy directo. Esta es una característica que compartimos con los animales. Por ello, el código de los olores es, aún hoy, el de los instintos. Los científicos conocen con certeza la función de ciertos aromas en el reino animal. La orina del lobo envía mensajes acerca de su identidad sexual. La secreción del pezón de la liebre hembra determina la lactancia de sus cachorros. Los mensajes son transmitidos por medio de sustancias químicas, las feromonas, producidas por las glándulas sexuales distribuidas por la superficie corporal. ¿Y el ser humano? Los investigadores se preguntan si también nosotros enviamos tales mensajes y reaccionamos a los mensajes químicos contenidos en el olor corporal de los demás.

Un órgano menospreciado

La nariz humana puede llegar a oler cerca de 10.000 aromas diferentes. En las células Bildunterschrift: nerviosas del epitelio olfativo existen 350 receptores distintos y cada uno de ellos puede captar un tipo de molécula de olor. En total, el epitelio olfativo tiene aproximadamente el tamaño de un sello postal y está formado por cerca de 30 millones de células. Es pequeño comparado con el de un perro, por ejemplo, que cuenta con aproximadamente siete veces más, y con cerca de 1000 receptores.

En los humanos, cuando las moléculas del olor entran por la nariz, estimulan a los cilios, que producen señales eléctricas. Estas van hacia los receptores y llegan al nervio olfativo, que luego las transmite al bulbo olfativo, en la zona frontal inferior del cerebro. Luego el cerebro interpreta las señales nerviosas, y reconocemos un olor como tal. Lo especial del sentido del olfato es que los olores pasan directamente de la nariz al cerebro, mientras que en el tacto o el gusto los estímulos deben viajar primero por las neuronas y la espina dorsal. Esto hace que estemos a merced de los perfumes, ya que los reconocemos de inmediato. Además, el bulbo olfatorio es parte de un sistema cerebral muy antiguo evolutivamente hablando, el sistema límbico, que está relacionado con las emociones, la motivación y la memoria.

Discusión sobre feromonas

Nuestro sentido del olfato es muy limitado en comparación con el de los animales. investigadores descubrieron que nuestro OVN (Órgano Vómero-Nasal), que en el reino animal capta las feromonas, está anquilosado y es una reliquia evolutiva del pasado. Eso indicaría que no reaccionamos a los mensajes químicos de las feromonas. Sin embargo, queda por aclarar por qué, si nuestra comunicación química dejó de desarrollarse, aún somos capaces de oler tan intensivamente.

Los científicos reunidos en Granada están buscando respuestas. Linda Buck (EE.UU., premio Nobel) acaba de localizar en ratones unos receptores especializados en captar señales químicas en el orín de su especie, y se pregunta si estos existen también en el ser humano. Junto con Ulrich Böhm, del Centro de Neurobiología Molecular de Hamburgo, le sigue la huella al estímulo olfativo hasta el hipotálamo, la central del sistema hormonal. Si bien aún no ha podido comprobarse, es posible que en el ser humano las áreas olfativas del cerebro funcionen acorde a las hormonas, como en los animales. Y que éstas influyan a su vez en el sentido del olfato.